Desde una esquina del mes de enero, recuerdo aquel:
EL ESCAPARATE DE LOS SUEÑOS
Tras el papel manila, se adivinan todavía las sombras de los Magos, aquellos que pasaban a comprar cualquier día del año, que recorrían paseando la Gran Vía y quedaban prendados ante tanta ternura, impregnada de infancia y fantasía. También se notan, las siluetas de quienes –venidos de cualquier punto del mundo- cumplían el encargo de un regalo único para quien aún tenía capacidad para soñar. Aún se huele a fresa, a menta o a limón envolviendo el ambiente, recubriendo unos cuerpos blanditos a los que sólo faltaba que alguien los llevara a casa. ¡Cuantas veces me paré ante aquel escaparate!
Cambiaba de color de tanto en tanto: cuando vestía de azul, me embelesaba, contaba los modelos uno a uno y buscaba los ojos de aquella muñeca parecida a la que un día me regalaron mis abuelos, también vestidita de azul…cuando asomaba febrero, aquellas miniaturas de tacto sedoso y olor a cielo, se vestían de rojo-duende, enamorando a grandes y pequeños…pero era en tiempo de frío, de diciembre, cuando todo el color y la magia ponía guantes y botas, abrigo y boina a la ilusión y la fantasía y casi te obligaban a parar, mirar y sonreír...
Hoy, desde el papel manila y el cristal, se refleja en marrón-sepia el ajetreo de la Gran Vía junto a varios carteles de “se vende”, “se alquila (a precio impagable)” o “se traspasa este local”…y como en tantos otros de la calle, se adivina la sombra de la ambición desmesurada, que acecha sin piedad y con tufo a refrito con cebolla y pepinillos, fritanga o quizá a combinados exóticos o crudas delicatessssen.
Hay un cristal, en la Gran Vía, que por mucho que quieran limpiar y pulir las mentes ambiciosas, siempre tendrá el reflejo de muchas naricillas adosadas a él, de muchos mocos impacientes, de muchas huellas dactilares cuajadas de ilusión…
©elvira vicente bernabéu/ enero 2015
Imágen: Elvira García Ibáñez